viernes, 22 de octubre de 2010

Historias de tiza

Es una mañana más. Me dirijo a mi sitio.
Quiero desayunar una buena tertulia. Algo así, como ir a confesarse, como sentirse menos solo.
Voy a mi bar.
Entro. Saludo.
Ponme una menta, le digo esto, mientras me siento en mi sitio, en la barra.

- ¿Qué tal estás kso?
- Revuelto.

- Eso ye bueno, ye que estás vivo.

Mientras, contesto torciendo la boca, con un gesto, que me permite buscar las palabras adecuadas para la replica.
 En estas, entra un viejo en el bar.
Barba blanca y de cuento su cara.
Un bastón apoya sus pasos.

- Puedo usar los baños joven?
- Cómo no caballero, pase usted.

Me miro en el espejo del otro lado, el que decora  la barra y las botellas. Mientras, me sirvo la menta y pienso, que ya no se ven muchas conversaciones como esta.
Quizás me equivoque…
Qué más da.

La infusión, como siempre, se derrama por toda la barra.

- ¡Cago en dios!!
¿Cuándo inventarán, una puta tetera que no vuelque el té fuera de la taza?

_ No lo sé kasín, ponemos un puto robot en Marte y no sabemos hacer una tetera en condiciones.
Que me digan que solucionar el cáncer ye difícil… ¡vale!  Pero esto sólo puede ser, pa tocar los cojones.

Mojo la pastita en la infusión.
Me miro en el espejo de la barra y pienso, que estoy revuelto.

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