lunes, 29 de noviembre de 2010

Historias de tizza y pizza


Historias del curro.


Limpiando platos, seguidores del glamorosa Madrid, discutían acalorada-mente, con seguidores del barsa.
Un clásico del curro.
Un clásico, del mismo modo, acabamos discutiendo de política.
Cuando iba a replicar la ultima cuestión lanzada al aire, tratando de rematar de cabeza, por supuesto imitando a Puyol, me rescatan del partido.
 Piden mi cambio y entro en otro campo de juego, me toca viajar.
El  viaje no es agradable. Me toca ir lejos, y hace un frío de cojones. Llueve, y este equipo, en contra de los mandatos del mundial de motociclismo, no puede suspender la carrera, por causas meteoro-lógicas.
La pizza tiene que llegar, siempre caliente.
 Además el aficionado a este tipo de carreras de motos, no perdona y el chou no puede parar. Nunca, por supuesto, iré en moto tan rápido como Lorenzo o Rosi, pero seguro que ruedo en condiciones climáticas peores.
Para mayor recompensa a mi carrera diaria, nunca viviré los glamurosos momentos, con chicas, que te esperan en la meta con trajes ajustados y culitos esplendidos.
Como mucho, y no me quejo por ello, una chica de sonrisa incombustible y un traje que nunca la favorecerá, me entrega un bolsa térmica llena de pizzas, con una dirección, y a correr.
El viaje desde la calzada, hasta un nuevo barrio de clase media.
Durante la ida no pienso en nada nuevo,  pues el frío me congela las ideas. Así, que circulando entre el tráfico y la lluvia, solo me acompaña la curiosa imagen de los glamorosos deportistas.
Entrego el paquete caliente.
Carrera bien hecha.
Un euro de propina entregado por un padre de familia, es mi recompensa. La  risa y alegría de los niños de la casa , que en esos momentos celebran mi carrera, gritando ¡pizza ,pizza, piiiiiiza!, me convierten, por unos breves momentos, en un motorista de éxito.
Pero ese, es todo mi glamour.
Salgo del barrio.
Cojo una rotonda, y pa la tienda.
Voy más tranquilo, sin tanta prisa, y eso, me permite mirar a mí alrededor.
Allí me encuentro saliendo de un barrio de clase media. De esa nueva clase media, que tanto abunda en esta ciudad. Me da igual si son Peperos o Sociatas, si son del Madrid o del barsa, de Lorenzo o de Pedrosa, antes eran clase trabajadora y ahora son, sencilla mente media, clase media.
 En la rotonda, un coche de gama media alta, me adelanta sin miramientos. Es un adelantamiento ridículo e innecesario.
 Pero, mientras en el asiento de copiloto, una mujer de mediana edad, se hace la ralla del ojo, con un rimel caro, su marido, tiene que demostrar que su coche, no esta hecho para viajar detrás de la moto de un pizzero.
Dejamos la rotonda del barrio de clase media atrás.
 Con un aceleron pone el coche por delante mío, ariesgándose, a que su copilota, por la inercia de la aceleración, se haga un destrozo en los vellos ojos verdes.
Dejan atrás su barrio de clase media, ofreciéndome una imagen, símbolo del glamour del que disfrutan.
 A los 246,06 pies, 75metros para el común de los españoles, tienen que frenar de golpe, por que el semáforo en rojo, es una norma, que la media de los españoles, no podemos saltarnos.
Despacio me pongo a su lado. Sin reparo los observo desde el anonimato de mi poco glamoroso casco.
Abre el semáforo y parece que a mi lao esta Fernando Alonso, mete primera y nos demuestra toda la potencia, que su  cara hipoteca le permite desarrollar.
Me da la risa y pienso, que ya quisieran los de Ferrari, que Masa y Alonso hubieran salido así, todas las carreras del año.
Pero lo cierto, es que no son de Ferrari y que, aunque se empeñen en demostrarme, que son más grandes de lo que en realidad son, en realidad, este piloto sale de un barrio de clase media, acompañado de una copilota de mediana edad y acelerando su coche de gama alta media.  Se me antoja que tanto empeño en demostrarme su potencial, no es más que una muestra de insatisfacción. Que en realidad quisieran ser mas grandes, que no disfrutan de su realidad.
 Ya quisieran disfrutar ahora del glamur con el que acabo de deleitarme yo. La alegría de los niños y del padre al recibir la comida caliente en su casa.
Me sentí un deportista, disfrutando de todo el glamour que le rodea, que puede ser poco, pero que nunca roza lo mediocre.
 Pues mi trabajo no es propio de la clase media, mi moto no es de clase alta media, y sobretodo  mis mujeres, nunca fueron de mediana edad. Me permito disfrutar de mis momentos de gloria, y no necesito impresionar a los demás conductores, arriesgando mi integridad y la de los que con migo se cruzan. Así, si veo un semáforo en rojo a 246,06 pies, o 75 metrs, no acelero para adelantar a un ciclista, pues solo me sirve para dar un frenazo al llegar al policía lumínico. Por supuesto, se te debe de quedar una cara de idiota cundo el ciclista, sin prisa  pero sin pausa, se pone a tu lao  en el semáforo…???

 Saludos a los glamorosos de verdad. Que por supuesto los hay donde quiera que vallas.
 No me entendáis mal. Estaría encantao en ser de esa clase media. Y cuando llegue este caso, si es que llega , y me vea acompañado de una mujer de mediana edad a mi lao, espero no tener que impresionarla adelantando, sin sentido a un repartidor de pizzas.
Y por supuesto, lo real-mente deseable seria  ser rico, pero rico de cojones y aun así, poder seguir disfrutando del verdadero glamour, del que ahora ya disfruto.
En el padok, preparando la salida.

3 comentarios:

  1. Una historia épica y hermosa. Ya tengo un motorista al que seguir, porque ni siquiera sé quién son esos Lorenzo o Rosi ni puta falta que me hace, oiga.

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  2. joder!!
    es una de las mejores historias de motoristas ke jamas se han escrito.
    eres un fenomeno polifacetico y multicultural.
    un abrazo:
    josito(aka Xoxe)

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  3. Hombre ,dicho por ti me siento orgulloso, gracias josito.

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