miércoles, 17 de noviembre de 2010

Barro en mis pies.


Me molesta, entre las sabanas, cualquier partícula extraña.
 Se que es una estupidez, pero confieso, que no soporto una simple mota de  polvo entre mis pies. A la hora de desplazar las extremidades entre las sabanas, tan sólo con sentir, la  mínima china entre las llanuras de algodón, soy capad  de perder el sueño.
Seguro que os parece una estúpida obsesión paranoica. Si, es cierto, pero es mi estupidez.
Para que dicha paranoia, no se produzca y el sueño llegue plácido, realizo un ritual todas las noches antes de acostarme.
Deshago la cama.
Bato las sabanas.
Hago de nuevo la cama.
Barro el suelo.
 Intento eliminar esas molestas chinas.
Y así, sin partículas de polvo, pero con todos los lastres realmente importantes, que por no solucionarlos a tiempo, se van cargando sobre la espalda, intento descansar una noche mas.
Con todos los grandes escalones sin subir y tratando de encontrar la forma de enfrentarme al  próximo peldaño, con la suficiente fuerza, me acuesto como todos los días.
A veces feliz, a veces nervioso, a veces, asta con sueño.
Sin saber muy bien, a que altura de la escalera me encuentro, subo un trecho más.  Un par de peldaños, y a dormir. Un día mas…

Y allí me encuentro, en mi habitación, donde la luz de las farolas, se filtra por las persianas de mi ventana, dejando ver, el desorden de ropa, libros fotos,  papeles de bancos y demás…
 Entre la penumbra, alguna mirada congelada por el flas de una cámara y estampada en un pequeño papel fotosensible, convierte, este cuarto en una bulliciosa calle.
Esta luz, me hace sentir que no estoy solo, que tras esas paredes hay otros seres humanos, otras vidas, otras maneras de ver, de sentir, de esperar y desesperar.
Un disco suena y acompaña esta extraña soledad mal dosificada.
Tan lejos y a la ved tan cerca de todo.
Desde aquí, hacia donde, desde donde  hacia quien.
No se, si merece la pena intentarlo, pero por estar aquí recostado, sin chinas que me molesten, no se subirá el  siguiente escalón.
Y el miedo a caerme, no me debería  limitar. Pues la costumbre, a darme de bruces con el suelo, es algo tan cercano a mi, como levantarme,  y echar un cigarro en medio de un ataque de tos. Ayer, realice de nuevo el ritual completo, sacudí las sabanas  y  limpie el suelo de mi habitación.
Barrí y después fregué, pero hoy, como dice la canción de la radio, vuelvo sentir el barro sobre mis pies.
Como arenas movedizas, parece difícil,  pero no debe  serlo.
Hoy quisiera dejarlo todo.  
El trabajo, no lo soporto mas. Me da cierta vergüenza decirlo, porque la mayoría de la gente, lo realiza durante años, sin queja y yo soy incapaz de hacerlo, ni un día mas.
 No se lo que voy a hacer ahora, pero se que hoy, dejo lo que no me enriquece.
Dejo de escribir, voy a ver, si soy capaz de limpiar el barro que ensucia mis pies. Quien sabe, quizás ese sea, el primer paso y no el que realizo todos los días al quitar las pequeñas chinas de barro y polvo.
Barrer y fregar, sin limpiar el barro que ensucia los pies…

A lo mejor ese es el principio del camino, el primer escalón…
dulces sueños

2 comentarios:

  1. La chica china de la que me estoy enamorando tiene cierta obsesión: nada puede tocar la cama en la que va a dormir. Creo que tiene que ver con una manía que la mantiene a salvo y permite que se despierte viva al día siguiente.
    A mi personalmente no me importaría encontrarme una china de esas en mi cama, pero habrá que preguntarse si una china de esas quiere encontrarse a un español en el mismo lugar.

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  2. seguro ke si, solo hay que intentarlo.y si no me la presentas , que con la mania que tenmos los dos, no discutiriamos por la noche a la hora de acostarnos...
    vueno siempre que la china de china no me moleste a mi. pueto que espero que al principio d la noche me impida dormir..
    bueno tu prueva que seguro qu sale.

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