martes, 6 de diciembre de 2011

Es medio día.
Es la hora perfecta para comenzar una nueva jornada.
No recuerdo que fecha es, pero, casi con total seguridad, deben de ser los primeros días del invierno. Deduzco esto, porque el año pasado en los días fríos del invierno, la luz entraba por el ventanal de mi salón igual de baja que hoy; y al igual que en estos momentos, en aquellos días, la luz del medio día traza una diagonal perfecta en la pared y el sofá , dejando la mitad de mi hábitat despierto y la otra, aun bajo los influjos de la noche.
Hace sol .
Preparo un café.
Con el lento goteo de la infusión, contemplo  el rítmico amanecer  de mi calle.
Hace sol.
Aroma a café . Sobre la jarra de cristal gota a gota cae el día.
Café solo.
Cigarro.
Miro.
La suciedad de meses en los cristales , produce un efecto de desenfoque en el parque, al otro lado delcristal, y en todas las actividades que allí acontecen. Me entretengo mirando esta legañosa actividad.

Trago amargo, se me olvido echar el azúcar.
 Clipper cilíndrico, con un mensaje serigrafiado.
Enciendo el cigarro. Primera calada, revuelvo el café.
Bebo. Ahora si empieza el día, ya no hay vuelta atrás.

Mientras me entretengo como un autómata, a revolver y revolver el café, los últimos pensamientos confusamente oníricos, se disuelven el lo mas profundo de mi pupila, para reaparecer mas tarde, quien sabe cuando, y para que.
Tras el tamizado cristal, se entrevé la figura de un pastor belga  blanco. Su  nerviosa mirada, cada 40 segundos, mas o menos, se enfoca en la pausada mirada de su dueño.
El amo ,como todos los días; De pie junto a un pequeño árbol. Debe  de ser un tío duro, pues con el frío  que hace ,hay esta, en mangas de camisa ,luciendo tatuajes descoloridamente azules. Tatuaje taleguero, y pose taleguera, quien sabe...

Deja de lado al perro y dirige su mirada a las vías , mientras se apoya en el árbol, sonríe ajeno a la caída de una hoja en su hombro izquierdo. Con dificultades y sin ayuda, ella, sortea las dos vías del ten que se dirige al puerto.
Apenas pasan mercancías, así, que no es peligroso. De todas todas, a pesar de ser una vía casi muerta, no deja de ser difícil cruzarlas con un bebe en carricoche y la bolsa del pan.
Ella, como todos los días, se dirige hacia el y ajena a la caída de esa hoja en su hombro, le da un cariñoso beso en la mejilla. Como todos los días.
Ni el perro, ni el bebe , ni la mama ,ni el tatuado,se dan cuenta de la caida de la hoja. Nadie se da cuenta  de la hoja caída. Simplemente se dan un beso ,se cogen la mano y se van.
El perro detrás. Como todos los días.
Ahora luz y silencio .Ahora, tras el ultimo sorbo de café, tan solo quedan mis ojos abiertos,casi hipnotizados, incapaces de pestañear, absortos mirando el humo y el sucio cristal. Poco a poco, la realidad exterior se congela , no hay movimiento; y esa realidad, se difumina con mis pensamientos y ya  solo logro ver a cámara súper lenta la hoja de aquel árbol caer y caer..
Se difumina la realidad y estoy despierto. Es la hora de salir de casa.

Vuelvo a casa, el día se fue cerrando. En mi menté una vieja canción de Manolo Cabeza Bolo... Pero en el suelo de mi calle no hay ningún papel morao, tan solo, colillas sucias, y restos de vida sin identificar.
En mi casa, solo una taza de café por limpiar.
Me preparo un Cola Cao y me hago un pitillo.
Se acaba el día. Ahora del cercano puerto, entra sin tapujos una niebla espesa, que pronto no deja ver nada.
Oigo pasar el tren. No logro ver nada.
Termino el cigarro y ahora, tan solo recuerdos, y dos tazas para limpiar.
Una de café y otra de Cola Cao.
Cierro los ojos,  veo azul ófpthalo  turquesa..